miércoles, 13 de julio de 2011

Luis César Amadori

Dios se lo pague (1948)

Decime, Nancy,
¿No estás cansada de esa doble vida?
La angustia, la soledad, el desamor.
Tan finamente vestida.
Tan sórdidamente mantenida, así, cautiva.
Rodeada de joyas y pieles.
Completamente jugada,
rendida ante ese hombre, de tan correcto neutro que desempeña su papel a la perfección.
Si la niña poética hubiera podido ser un poco Nancy
te respondería que no, que no estoy cansada,
que no estoy sola ni desamorada,
porque me alcanza mirarme al espejo
y sonreír mientras me regodeo de tan vanidosa que soy.
Pero, ojo.
Por fuera, en mis pómulos de muñeca,
corren ríos que cumplen al pie de la letra con el melodrama clásico que indica el guión.

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