miércoles, 6 de julio de 2011

Michelangelo Antonioni

L'avventura (1960)

Es posible detenerse,
mirarnos, cuando Anna no esté.
Un tiempo que se dilata,
de puro placer nos embriaga,
con la culpa de que está, aún, viva.
Nosotros, que sentimos el deseo,
furioso, en cada centímetro de piel,
y a pesar de todo ello seguimos buscándola hasta volvernos locos.
En cada jornada de sol radiante,
cada noche,
en el mar y en su yate tan lujoso de riqueza mersa,
deseaba que Anna apareciera para no tener que lidiar más con esta confusión.
Y yo, como niña poética que soy, la miro una y otra vez,
a Mónica Vitti, si, a ella, solamente a ella.
Miro sus labios, sus ojos,
siento su angustia de mujer, tan fatal como esa mirada que siempre soñé tener,
caminando sinuosa, robándome todos los planos,
y las palabras de Antonioni,
resonando en mis oídos,
también me las robaría,
y huiría corriendo, dejando sólo una estela de pasión al correr.

1 comentario:

loli dijo...

Estoy en una casita en el mar decorada muy cinematográficamente.